lunes, 26 de mayo de 2014

Crisis, desafección ciudadana y refundación de la Unión Europea

[Este artículo fue publicado en el diario digital Nueva Tribuna el 23 de mayo de 2014. Se accede mediante el enlace:
http://www.nuevatribuna.es/articulo/culturas-hispanicas/crisis-desafeccion-ciudadana-y-refundacion-union-europea/20140522160836103709.html  ]
Javier Doz
Hay que comenzar sin demora -a partir del 25 de mayo- a sentar las bases para la construcción de un nuevo proyecto europeo democrático, solidario, ecológico y socialmente avanzado.
La situación política y social europea exigía que la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo (PE) sirviera para hacer un debate serio sobre el balance de la gestión de la crisis económica y las alternativas para salir de la misma y para superar la profunda crisis política que vive el propio proyecto europeo. Aunque sólo fuera por los niveles de desapego y desconfianza que la ciudadanía europea muestra con respecto a la UE y sus instituciones (en torno al 70%), sólo superados en muchos Estados por la desconfianza hacia las instituciones democráticas nacionales (80% en España). Lamentablemente, y de nuevo, no ha sido así. Ni en España ni en la mayoría de los países de la UE. Sólo se salvan los debates entre los candidatos a presidir la Comisión Europea. Pero estos han sido marginados por las televisiones nacionales. En nuestro país, incluso, en buena parte del tiempo de los dos principales debates televisivos y en las informaciones “preparadas” por los dos principales partidos para los telediarios, ni siquiera se ha hablado de Europa. ¿Por qué los dirigentes y estrategas electorales de los partidos principales caen sistemáticamente en los mismos vicios que dicen querer corregir?
El por qué de la desafección ciudadana
Pero además de estos malos modos de hacer política y de los estragos que causa la corrupción y las malas e insuficientes respuestas a ella por parte de los partidos afectados, otras razones inciden hoy en la desafección ciudadana hacia sus instituciones políticas, nacionales y europeas. Son las relacionadas con la responsabilidad de las élites económicas y políticas en la génesis de la crisis, con el modo de gestionarla y las dramáticas consecuencias laborales y sociales que ha producido, con la acertada percepción de que el gobierno de la crisis ha priorizado la preservación de las rentas y los privilegios de los poderes financieros y económicos, con el modo tan poco democrático con el que las instituciones europeas han impuesto unas políticas –de “austeridad”- que a la postre han resultado un fracaso.
Es decir, las causas de la desafección ciudadana se relacionan con el funcionamiento del modelo socioeconómico, con la conducta de las élites y con las malas políticas. La desafección esta muy justificada pero es muy peligrosa. Si los dirigentes, políticos y sociales, y los intelectuales no son capaces de reaccionar con ideas y alternativas serias, será el campo de cultivo para el triunfo de populistas y “salvapatrias”.
Las políticas de austeridad, reformas estructurales –en su mayor parte no otra cosa que recortes de derechos sociales y laborales- y devaluación interna de los Estados con desequilibrios macroeconómicos, impuestas por Alemania al conjunto de la UE, a partir de 2010, han sido un completo fracaso económico, con profundas y negativas consecuencias sociales y políticas. Cuando sus responsables europeos y los ejecutores nacionales se atreven ahora a anunciar su “éxito” a los primeros síntomas de un crecimiento débil e incierto habría que recordarles que: a) provocaron una segunda recesión en Europa (a diferencia de lo ocurrido en EE UU, Japón y los emergentes que mantuvieron políticas opuestas); b) aumentaron el paro hasta los 27 millones (12% de la población activa de la Zona euro, con una distribución enormemente divergente entre el 4% y el 6% de Austria y Alemania y el 26% y 27% en España y Grecia); c) han producido una disminución de los salarios y las pensiones que, junto al paro, han provocado un fuerte aumento de la pobreza, de modo general, y de la desigualdad en muchos países; y, c) provocaron la ruptura del contrato social sobre el que se construyeron los Estados de bienestar europeos después de la 2ª Guerra Mundial. Esta ruptura se produce por el profundo deterioro infringido, en numerosos países, a las prestaciones sociales y los servicios públicos fundamentales así como a los instrumentos básicos de dicho contrato: la negociación colectiva y el diálogo social.
La imposición de recortes, desregulaciones y privatizaciones a través de las condiciones establecidas en los memorandos de entendimiento (MOU) de la troika con los países rescatados (incluida España en su rescate bancario) o de las “recomendaciones por país” de la Comisión, dentro del Semestre Europeo, se ha hecho con una total falta de transparencia y de democracia y en campos que no son competencia de la UE (salarios, pensiones, prestaciones sociales, servicios públicos, negociación colectiva, etc.). Se ha hecho vulnerando la Carta de Derechos Fundamentales y convenios internacionales que obligan a los países de la UE, como los convenios fundamentales de la OIT (su Comité de Libertad Sindical ha fallado contra los gobiernos de Grecia y España por violación de los convenios 87 y 98 sobre libertad sindical). El conjunto de normas de intervención en materia de “gobernanza económica” -Six pack, two pack, Pacto por el euro plus, Semestre Europeo, planes nacionales de reforma y recomendaciones por país y el nuevo Tratado o fiscal compact- tienen un denominador común: la ausencia o debilidad de los mecanismos de control democrático y participación social, sean europeos o nacionales.
La crisis europea es una crisis política
Esta forma de gestionar la crisis europea ha producido divergencias económicas y sociales profundas, entre los Estados y en el interior de los mismos y la mayoritaria desconfianza de los ciudadanos en la UE. En ausencia de un proyecto de futuro por parte de los partidos mayoritarios, de las instituciones europeos o de algún gobierno nacional, y ante la constatación de que se ha gestionado la crisis en beneficio del poder financiero y los poderes económicos y con un gran desprecio por los derechos de los trabajadores y la ciudadanía,  a favor de unas naciones y en detrimento de otras, no hay por qué extrañarse de la desconfianza masiva. Si muchos políticos europeos de los grandes partidos juegan la baza del nacionalismo y aún del populismo por puro electoralismo, resulta muy hipócrita lamentarse del progreso de sus formas más extremas. La crisis europea es ante todo una crisis política, de aplicación de políticas equivocadas e injustas y de ausencia de proyecto común de futuro. El progreso de la extrema derecha, de los partidos xenófobos, populistas y antieuropeos es consecuencia de la crisis política y de la ausencia de liderazgo político europeo positivo.
Hay alternativas y conducen a la refundación de la Unión Europea
Hay que actuar ya para promover una recuperación económica vigorosa y solidaria con un plan de inversiones europeo potente financiado con eurobonos (la Confederación Europea de Sindicatos propone invertir un 2 %  del PIB europeo durante 10 años).  Es imprescindible una armonización fiscal que evite el dumping fiscal y sirva de marco de sistemas fiscales progresivos que proporcionen suficiencia financiera a los Estados y una acción común prioritaria contra el fraude y la elusión y por la erradicación de los paraísos fiscales. Un nuevo proyecto europeo que recobre la confianza de la ciudadanía tiene que basarse en un fuerte pilar social de derechos garantizados por los tratados y gobernar la economía democráticamente, con competencias reforzadas del PE y los parlamentos nacionales. Estos cambios, con la finalidad estratégica de construir una federación de Estados europeos, los Estados Unidos de Europa, son de una profundidad que justifica utilizar la expresión refundación política de Europa. El principal instrumento para la refundación debería ser una convención constituyente en la que también pudieran participar los interlocutores sociales y las organizaciones de la sociedad civil.
Lo que acabo de sintetizar puede que vaya, hoy, en contra de lo que piensan las mayorías que se configuraren el próximo PE, no digamos de la que conforman los gobiernos nacionales en el Consejo Europeo, bajo la batuta de Alemania. Pero estas heterogéneas mayorías que no quieren o no se atreven a formular “más Europa, pero social y democrática” no llevan a ninguna parte.
Sin un nuevo proyecto político avanzado, que una a grandes mayorías europeas, políticas pero sobre todo sociales, en torno a un nuevo bienestar compartido y solidario, la UE puede llegar a ser insostenible, y quebrarse por sus contradicciones, divergencias y egoísmos nacionales. A pesar de los intereses económicos que todavía actúan de pegamento –bastante más que los vínculos afectivos y culturales que la crisis ha degradado-, el proyecto europeo, al igual que cualquier proyecto político supranacional a lo largo de la historia, no tiene garantizada su supervivencia. La historia nos dice que todos desaparecen si no se transforman en Estado, federación o confederación de Estados. La crisis y las malas políticas han puesto en marcha poderosas fuerzas centrífugas cuando las estructuras jurídico políticas de la UE son todavía débiles, sus mecanismos de funcionamiento y de tomas de decisiones  lentos, ineficaces y poco democráticos, y los vínculos culturales de una nueva identidad europea sólo incipientes. Pararse sería por ello retroceder hacia la ruptura. Y como Europa es necesaria, y la conmemoración del centenario del inicio de la 1ª Guerra Mundial nos recuerda una de las razones principales de su necesidad, habría que comenzar sin demora -a partir del 25 de mayo y desde todos los ámbitos de la política y la sociedad- a sentar las bases para la construcción de un nuevo proyecto europeo democrático, solidario, ecológico y socialmente avanzado

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