viernes, 24 de junio de 2016

El Brexit no protegerá a Gran Bretaña del horror de una desintegración de la UE


Este artículo de Yanis Varoufakis ha sido publicado en The Guardian en el día de hoy, 24/06/2016

El Brexit ganó porque muchos votantes británicos identificaron la UE con el autoritarismo, la irracionalidad y el desprecio por la democracia parlamentaria mientras que muy pocos creyeron a aquellos de nosotros que afirmábamos que otra UE era posible.

Hice campaña para un voto de permanencia radical que reflejara los valores de nuestro Movimiento Democracia en Europa (DiEM25). He visitado ciudades en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, tratando de convencer a los progresistas que la disolución de la Unión Europea no era la solución. Sostuve que su desintegración desencadenaría fuerzas deflacionarias del tipo de las que previsiblemente apretarían los tornillos de la austeridad en todas partes y terminarían favoreciendo al establishment y sus compinches xenófobos. Junto a John McDonnell, Caroline Lucas, Owen Jones, Paul Mason y otros, he defendido una estrategia de permanecer pero contra el orden establecido y las instituciones de Europa. Contra nosotros estuvo una alianza de David Cameron (cuyo regalo de Bruselas recordó a los británicos lo que ellos desprecian de la UE), el Tesoro (y su pseudo-econométrico ridículo alarmismo), la City (cuya insoportable y ensimismada arrogancia coloca a millones de votantes fuera de la UE), Bruselas (aplicando afanosamente su último tratamiento de ahogo fiscal a la periferia europea), el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble (cuyas amenazas contra los votantes británicos galvanizaron el sentimiento anti-alemán), el gobierno socialista digno de compasión de Francia, Hillary Clinton y sus felices atlantistas (retratando la UE como parte de otra peligrosa "coalición de complacientes" y el gobierno griego (cuya disposición de permanente rendición a la punitiva  austeridad de la UE hizo tan difícil convencer a la clase obrera británica que sus derechos están protegidos por Bruselas).

Las repercusiones de la votación serán terribles, aunque no las que Cameron y Bruselas habían advertido. Los mercados pronto sentarán la cabeza, y las negociaciones probablemente darán lugar a algo así como una solución a la Noruega que permita al próximo Parlamento británico labrar un camino hacia un arreglo mutuamente acordado. Schäuble y Bruselas resoplarán pero tendrán que buscar, inevitablemente, un acuerdo de este tipo con Londres. Los conservadores cabalgarán juntos de nuevo, como siempre lo hacen, guiados por su poderoso instinto de interés de clase. Sin embargo, a pesar de la relativa tranquilidad que sucederá al actual shock, insidiosas fuerzas se activarán bajo la superficie con una terrible capacidad para infligir daños en Europa y en Gran Bretaña.

Italia, Finlandia, España, Francia, y, desde luego, Grecia no pueden permanecer bajo el régimen actual. La arquitectura del euro es una garantía de estancamiento y se profundizará la espiral de la deuda-deflacionaria que fortalece a la derecha xenófoba. Los populistas en Italia y Finlandia, posiblemente en Francia, demandarán referendos u otras formas de desengancharse.

El único hombre con un plan es el ministro de Finanzas de Alemania. Schäuble reconoce en el miedo post-Brexit su gran oportunidad para implementar una unión permanente de austeridad. Bajo su plan, a los Estados de la zona euro se les ofrecerán algunas zanahorias y un enorme palo. Las zanahorias llegarán bajo la forma de un pequeño presupuesto de la zona euro para cubrir, en alguna medida, las prestaciones por desempleo y el seguro de los depósitos bancarios. El palo será la capacidad de veto sobre los presupuestos nacionales.

Si estoy en lo cierto, y el Brexit conduce a la construcción de una jaula de hierro de permanente austeridad para los Estados miembros que permanezcan en la UE, hay dos resultados posibles: uno es que la jaula se sostenga, en cuyo caso la austeridad institucionalizada exportará la deflación a Gran Bretaña, pero también a China (cuyo mayor desestabilización tendrá efectos negativos secundarios en Gran Bretaña y la Unión Europea).

Otra posibilidad es que la jaula se pueda quebrar (porque Italia o Finlandia la dejen, por ejemplo), con un resultado que sea la salida de la misma Alemania de una zona euro colapsada. Pero esto convertirá, a su vez, a la nueva zona del marco alemán, que terminaría probablemente en la frontera de Ucrania, en un enorme motor de deflación (con el valor de la nueva moneda subiendo a los cielos y las fábricas alemanas perdiendo mercados internacionales). Gran Bretaña y China tendrían que prepararse, bajo este escenario, para protegerse a sí mismas del impacto de una mayor onda de choque de deflación.

El horror de estos desarrollos, de los que Gran Bretaña no puede estar protegido por el Brexit, es la razón principal por la que yo y otros miembros de DiEM25, tratamos de salvar a la UE del establishment que está conduciendo al europeísmo al hundimiento. Dudo mucho que, a pesar de su pánico por las secuelas del Brexit, los líderes de la UE hayan aprendido su lección. Ellos continuarán estrangulando las voces que reclaman la democratización de la UE y van a seguir gobernando a través del miedo. ¿Es  extraño que muchos británicos progresistas dieran la espalda a esta UE?

Al tiempo que sigo convencido de que el Brexit era la elección equivocada, celebro la determinación del pueblo británico para hacer frente a la disminución de la soberanía democrática causada por el déficit democrático de la UE. Y me niego a estar abatido, a pesar de que me cuento en el lado perdedor de la consulta.


A partir de hoy, los demócratas británicos y europeos deben aprovechar esta votación para confrontar con el establishment, en Londres y Bruselas, con más fuerza que antes. La desintegración de la UE ya está funcionando a toda velocidad. Construir puentes en toda Europa, que unan a los demócratas por encima de las fronteras y de los partidos políticos, es lo que Europa necesita más que nunca para evitar el deslizamiento hacia un abismo xenófobo y deflacionario, como en 1930.

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